Cada once de septiembre, cada cuatro de julio, cada doce de octubre...independientemente de la celebración que cada cual magnifique es un día menos de nuestras vidas. Al margen de la reyerta o el jolgorio que estas distintas celebraciones produzcan lo único cierto es que nos queda un día menos. Y la energía gastada en las alharacas o fricciones se resta de la que necesitamos para respirar profundo, gozar lo esencial y acariciar el momento. Ya sé que esto que digo me sitúa en la repisa de los utópicos existenciales pero es lo que llevo en la tripa. Respeto la alegría de los que se alegren pero intento no ser enredado por ninguna conmemoración de hechos en los que no estuve. No deseo participar de ningún barullo de cuya autoría me siento ajeno.
Las tradiciones, reconocido su valor emocional, son también rejas en las que quedan encerrados y muertos nuevos impulsos carentes de condicionamiento. Forman, a mi entender parte de la sustancia del día de la marmota. Y sin imponer mi criterio, he pretendido siempre no vivir "amarmotado".
Las fallas, los panellets, los churros con chocolate, la tomatina, la paella gigante, el toro de la Vega, rapa das bestas...todo precioso. Pero amarmotante.
Gocen pues los que quieran ta mañas e inigualables excitaciones. Yo me siento respetuoso a ver como A TODOS...se nos pasa la vida.