No todos han podido pasar completo el mes de agosto. Con mi saludo a la vuelta de este paréntesis mi pésame y mi sentimiento por el adiós de uno de los hombres más íntegros que he conocido: Manuel Martín Ferrand. No se trata de una pérdida más. Manuel ha sido como la osa polar en el confuso cielo de la comunicación española. Hombre independiente, culto, luchador, rebelde con las imposiciones, respetuoso con los méritos y de una brillantísima inteligencia.
Le conocí teniendo yo diecisiete años. Trabajé con él cuando dirigía 24 horas en Televisión Española. Y luego hemos coincidido en innumerables lances de nuestras vidas profesionales.
Manuel, terco convencido del derecho individual a ser tan libres como la vida nos permite desde el respeto, huyó siempre de los dogmas, las cadenas y las riendas.
No es una ausencia cualquiera. Es uno de los pocos vestigios de ponderación, respeto y talento que habitaba entre nosotros.
Llevó en todos sus cargos una maleta a su despacho dispuesto a marcharse a la primera insinuación inconveniente.